La llegada de la primavera marca el inicio del ciclo agrícola, con los cultivos emergiendo de su dormancia invernal y preparándose para el crucial proceso de floración. Los árboles frutales de pepita, hueso y cáscara son los primeros en despertar, mientras que cultivos como el olivo -característico del clima mediterráneo- exhiben una floración más tardía, generalmente en abril y mayo. En contraste, especies como los cítricos o el aguacate, adaptados a climas cálidos, no requieren acumulación de horas frías para iniciar su ciclo.
Factores que influyen en la floración
En el proceso de floración intervienen varios factores, algunos de los cuales pueden ser mitigados mediante estrategias adecuadas de nutrición y bioestimulación. La acumulación de horas de frio es esencial para la regulación del ciclo biológico y el desarrollo floral. Además, el nivel de carga y floración del año anterior puede afectar la producción actual debido al agotamiento energético y nutricional. Heladas, golpes de calor y precipitaciones durante la floración también pueden tener un impacto significativo en la producción al provocar abortos florales o la caída prematura del fruto.
Aspectos esenciales de la nutrición
El mantenimiento de un buen estado sanitario y nutricional adecuado del cultivo son fundamentales para una floración exitosa y un buen desarrollo del fruto. Tanto el abonado post-cosecha como los tratamientos de floración son aspectos igualmente importantes.
El primero de ellos debe ser considerado como una práctica obligatoria, ya que contribuye a restablecer los niveles nutricionales necesarios durante el período invernal. Así como en la activación del cultivo al inicio de la primavera. El segundo aspecto, que es el foco de este artículo, resalta la importancia de macronutrientes como el Nitrógeno, Fósforo y el Calcio. Así como de micronutrientes como el Boro, Molibdeno y el Zinc.
Centrándonos en este aspecto, un correcto plan de fertilización antes y durante la floración, así como durante el cuajado y engorde de frutos es esencial para garantizar la cosecha por árbol.
- El Nitrógeno contribuye a aumentar la longevidad de los óvulos y por ende a alargar el período de polinización.
- El Fósforo está involucrado en la transferencia energética y tiene un efecto directo sobre la floración. A la vez que aumenta la capacidad de fructificación, su intensidad y el nivel de cuajado de los frutos.
- El calcio influye de manera positiva en la germinación del grano de polen ya que acelera el crecimiento del tubo polínico.
- El Boro es fundamental en los procesos de división y crecimiento celular. Además de ser clave para la viabilidad del grano de polen y la regulación de los niveles de hormonas.
- La importancia del Molibdeno radica en que juega un papel en la fijación del nitrógeno, siendo un componente clave en dos de las enzimas que transforman el nitrato a nitrito y luego a amoníaco. Además, el Molibdeno tiene actividad directa sobre la polinización y la fecundación de las flores.
- El Zinc, por su parte, interviene de manera directa en la síntesis de enzimas, destacando la síntesis de auxinas. Es responsable del crecimiento y elongación de los entrenudos y el desarrollo de los cloroplastos.
Bioestimulación, el compañero imprescindible
Pero la nutrición sin bioestimulación carece de sentido, ya que los frutales tienen otras necesidades complementarias únicamente solucionable gracias a los bioestimulantes. Estas necesidades metabólicas son palpables en el período de la floración, cuando los requerimientos energéticos de la planta son muy elevados y el nivel de estrés. El estrés, tanto biótico como abiótico, al que está expuesta puede repercutir negativamente en el cuajado del fruto, su desarrollo y maduración. Es por eso que se hace imprescindible poner en marcha una estrategia que combine bioestimulación con una nutrición equilibrada, capaz de apoyar al cultivo durante este período de alta demanda energética y nutricional.
Es altamente recomendable la aplicación de aminoácidos con un aminograma de perfil completo en el que predomine la glicina, acido glutámico, alanina y prolina. Todo ello para garantizar un aporte energético acorde con las exigencias del proceso de floración. De la misma manera, hay que tener en consideración los productos a base de extractos de algas, los cuales se caracterizan por un alto contenido en fitohormonas, manitol y ácido argínico. Una de sus funciones principales es la de movilizar savia a todas las partes de la planta, ayudando a mitigar el estrés causado por condiciones climáticas adversas y favoreciendo el cuajado del fruto y la reducción de la caída prematura del mismo.
Conseguir un cuaje óptimo tras la floración, teniendo en cuenta las vicisitudes que tiene que enfrentar el cultivo, y sobre todo asegurar una cosecha de éxito, es posible. Solo hay que conocer sus necesidades y requerimientos, fertilizar con productos adecuados e incorporar la bioestimulación a nuestras estrategias para conseguir los mejores resultados.